Se podría comenzar en el año 1939, finalizada la guerra civil, e instaurado el régimen militar franquista en nuestro país.
El nuevo régimen se encargó de censurar y depurar cualquier componente ideológico republicano (laicismo, coeducación,…) con unas posiciones ideológicas opuestas (catolicismo, separación de sexos, control ideológico, patriotismo,…).
Con la Ley de 28-XII-1939 (B.O.E. de 29-XII) se encomendó a la Sección Femenina de FET y de las JONS la formación integral de la mujer, encargándose de la elaboración y desarrollo del currículum femenino a todos los niveles de la enseñanza. Al frente de este organismo estuvo la delegada Nacional Pilar Primo de Rivera.
La “Gimnasia” (Educación Física femenina del franquismo) se caracterizó por:
- Convertirse en un instrumento político y adoctrinador. En el caso concreto de la mujer, buscaba preservar la función que la mujer estaba llamada a desempeñar: la maternidad. La EF femenina, en la época franquista, buscaba formar mujeres sanas, obtener mejoras morfológicas y funcionales de las mujeres para propiciar su “función biológica específica”: la maternidad. Hasta el punto de considerar que una mujer sin hijos era un “cuerpo incompleto, un alma insatisfecha, ya que es precisamente por las alegrías del amor, de la maternidad y de la familia como la mujer realiza su espléndido destino”.
“A vosotras, mujeres de la Falange, os corresponde la tarea callada y silenciosa de amparar a la Falange, de ser vestales de su culto, sacerdotisas del fuego sagrado en la casa y el hogar” (Raimundo Fernández Cuesta, Secretario General de FET y de las JONS, en el II Consejo Nacional de la S.F, en enero de 1938)
José Antonio Primo de Rivera escribió en 1935: “no entendemos que la manera de respetar a la mujer consista en sustraerla a su magnífico destino y entregarla a funciones varoniles (…) El verdadero feminismo no debiera consistir en querer para las mujeres las funciones que hoy se estiman superiores, sino en rodear cada vez de mayor dignidad humana y social las funciones femeninas”.
- Se instauró la educación segregada por sexos (frente a la coeducación de la república), y por tanto una Educación Física diferente entre hombres y mujeres, por considerar la coeducación como antimoral y antipedagógica, y se defendió por la necesidad de adaptarse a las características fisiológicas propias de cada sexo (pues la mujer es “de carácter más delicado”) y para alcanzar la finalidad social correspondiente a cada uno de los sexos, en el caso de la mujer franquista: ser una buena esposa y una madre fecunda y transmisora de los valores.
Se consideraba que la mujer se encontraba “totalmente condicionada por su duro e insoslayable yugo sexual, sufriendo a lo largo de su vida los continuos accidentes de su desgarradora vida sexual (menstruación, embarazo, parto, lactancia, menopausia) que determinan su cuerpo y su mente”.
La mujer quedaba relegada a un segundo plano, siempre a la sombra del hombre. Sus virtudes eran la abnegación y el silencio. En esta línea, Pilar Primo de Rivera enfatizó este papel secundario de la mujer diciendo que “las mujeres nunca descubren nada: les falta, desde luego, el talento creador reservado por Dios para inteligencias varoniles: nosotras no podemos hacer nada más que interpretar mejor o peor lo que los hombres nos dan hecho” (1942).
- En relación con la práctica físico-deportiva, las mujeres debían evitar los esfuerzos excesivos y aquellos que conllevaran un desarrollo muscular (para evitar su masculinización). Por el contrario, su práctica física debía fomentar el equilibrio (físico y espiritual), la disciplina, las aficiones artísticas y los gustos delicados.
“La gimnasia educativa femenina se organizará sobre unas características de dinamismo, suavidad y amplitud de movimientos, buscando en todo momento la estética característica del espíritu de la mujer en cuanto a los gestos y las actitudes” (Francisco Javier Fernández-Trapiella. “Técnica de la gimnasia educativa”. 1947).
“No se trata de preparar mujeres capaces de rivalizar con el hombre (…), en la mujer interesa más desarrollar (…) gracia y belleza en los movimientos y en las actitudes” (Luis Agosti. “Gimnasia educativa”. 1948)
“El deseo de educar físicamente a la mujer para equipararla en aptitud física al hombre está en pugna con una ley biológica universal (…) ya que (…)la mujer es biológicamente más débil que el hombre. Las diferencias de aptitud físicas entre los sexos no tienen una raíz fenotípica sino genotípica, y es ridículo intentar alterarlas, conociendo los más recientes hallazgos de la biología y la genética en este sentido». (Luis Agosti. “Gimnasia educativa”. 1948)
La imagen de la feminidad subyugaba a la mujer a una apariencia de delicadeza, sumisión y fragilidad, por lo que muchas prácticas deportivas eran contrarias a esa delicadeza que se esperaba de ellas, por basarse en la fuerza, la resistencia, la velocidad,… o fomentar actitudes de agresividad, independencia,… específicas del género masculino. Sus prácticas físicas se limitaban a ejercicios gimnásticos, danzas y coros regionales (para la exaltación patriótica) y deportes conducentes a resaltar la estética y la belleza: voleibol, baloncesto, balonmano, natación, esquí y/o hockey (Otros deportes, como el boxeo, la lucha, el fútbol, el rugby, el ciclismo o el de atletismo les estaban prohibidos, para evitar “posibles hermafroditismos”).
- Incluso, para evitar que las mujeres abandonaran sus casas se plantearon las labores domésticas como completos y beneficiosos ejercicios físicos: “La limpieza y abrillantado de los pavimentos, quitar el polvo de los sitios altos, limpiar cristales, sacudir los trajes, cumplen los mismos objetivos que un ejercicio programado o un deporte” (Revista de la Sección Femenina: “Teresa”. Marzo, 1961)
- Se vigilaba la vestimenta y las prendas para la práctica deportiva, de manera que “ni en el vestir, ni en los modales pueda existir alguna duda que desdiga de la delicadeza y modestia cristiana de la juventud femenina “, pues la gimnasia femenina debía imponer “el pudor femenino, tanto en la práctica de los ejercicios, como en el uso del traje puesto para ejecutarlos”. Algunas normas en relación a la vestimenta eran: llevar pantalones con una amplitud similar a la de una falda de vuelo y una longitud que cubriera las rodillas hasta media pantorrilla; vestir blusas que no se ciñeran al cuerpo; o tener que, para salir a la calle, ponerse un abrigo que cubriera el traje de gimnasia (incluso en verano).
“No hay que tomar el deporte como pretexto para llevar trajes de deporte escandalosos. Podemos lucir nuestra habilidad deportiva, pero no que estas habilidades sirvan para que hagamos exhibiciones indecentes” (Economía doméstica para Bachillerato. Madrid. 1968. Sección Femenina).
En la década de los años setenta, con la incorporación de la mujer al mundo laboral (pues para el despegue económico fue necesario contar con el trabajo de la mujer fuera del hogar), se comenzó a producir un ligero cambio en el ideal de mujer que se vio proyectado en el currículum de Educación Física. Apareció una mayor igualdad en los contenidos para ambos sexos y una ampliación de las prácticas deportivas.
Con la Ley General de Educación 14/1970, de 4 de Agosto, se implantó la escuela mixta (aunque no se alcanzaría hasta el curso 84-85 con carácter obligatorio), con un mismo currículum. La nueva Ley reconocía la igualdad de oportunidades en materia educativa para hombres y mujeres, y rompía con la tradición franquista de la segregación por sexos.
Pero en dicho currículo se generalizaba el modelo masculino, que siempre se había considerado superior, partiendo únicamente de sus valores y prescindiendo de los asociados habitualmente a las mujeres, por lo que la escuela mixta no generaba una igualdad real en las posibilidades de formación, promoción y desarrollo entre mujeres y hombres.
“La falacia de la igualdad de oportunidades pronto se puso en evidencia al no mostrar igualdad de resultados, se trataba sólo de igualdad de acceso” (Ballarín, 2001).
Igualdad de acceso a las actividades tradicionalmente masculinas, sin que se produjera el efecto contrario: el acceso de los varones a tareas tradicionalmente femeninas.
En 1990 la Ley Orgánica de Ordenación General del Sistema Educativo (LOGSE), reconoció la discriminación por sexos en el sistema educativo y estableció que era necesario reconsiderar la actividad educativa a la luz de los principios de igualdad de oportunidades. Se pretendió ir más allá de la escolarización e introducir la igualdad en todos los aspectos de la vida escolar. Estos principios se recogieron en los currículos y se incorporaron metodologías para potenciar la coeducación que debería abordarse de manera transversal.
“Por coeducación hoy se entiende un modelo de escuela que respete y valore las aportaciones y experiencias de ambos sexos” (Ballarín, 2001).
Sin embargo, el esfuerzo por promover una mayor igualdad en el ámbito escolar entre alumnos y alumnas a través de contenidos transversales no alcanzó el éxito esperado. Recientes trabajos de investigación muestran que en el espacio escolar persisten las desigualdades aunque están activas numerosas y valiosas propuestas para el desarrollo de una coeducación efectiva. Sigue existiendo un sexismo en el uso del lenguaje, la utilización de los espacios, la creación de expectativas sobre el alumnado, los materiales didácticos utilizados, etc. En relación con la práctica deportiva aún se observa:
- Una menor práctica femenina. Las mujeres realizan menos deporte que los hombres, y también son mayor el número de mujeres que no realizan ningún deporte.
- Una menor disposición de tiempo libre en la mujer que en el hombre (por la doble jornada), con la consiguiente disminución de tiempo para la práctica físico-deportiva. En consecuencia, los hombres practican deporte con más frecuencia que las mujeres.
- Menor reconocimiento del talento deportivo de la mujer, por lo que los hombres hacen más deporte de tipo competitivo y las mujeres más deporte de tipo recreativo.
- En referencia a los motivos por los que las mujeres dicen practicar algún deporte, los resultados muestran que ellas lo hacen, prioritariamente, para mantenerse en forma, mientras que ellos lo hacen por diversión.
- Menor oferta deportiva para las mujeres, por lo que los hombres practican mayor variedad de deportes.
- Menor número de espectadoras ante eventos deportivos.
- Menor espacio dedicado al deporte femenino en los medios informativos y de comunicación (No hay a quien “imitar”).
Aún hoy no hemos llegado al final del camino.